Según una investigación desarrollada por científicos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), en Argentina ya hay 24 especies distintas de malezas que se volvieron resistentes a herbicidas.
Se trata de un estudio liderado por Fernando Oreja, autor principal del trabajo que fue publicado en la revista científica Weed Research.
De acuerdo con el trabajo, el cambio de sistema productivo ocurrido en la década de 1990, de la labranza tradicional a la siembra directa, en conjunto con la adopción de cultivos transgénicos tolerantes a herbicidas, hizo que se comenzaran a utilizar estos productos químicos de forma masiva, lo que derivó en que las malezas desarrollaran mutaciones para resistir estas aplicaciones.
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“Desde 2010, la cantidad de especies resistentes a herbicidas aumenta de manera ininterrumpida. Por eso, diagnosticamos el problema para desarrollar estrategias más efectivas de manejo de malezas”, sintetizó al respecto Oreja.
De acuerdo con Oreja, el equipo de la FAUBA registró un total de 24 especies de malezas resistentes a herbicidas, en las que más de la mitad son gramíneas.
“En el cultivo de soja identificamos 19 especies resistentes, 13 en maíz y 10 en trigo y cebada. Además, por lejos, el glifosato fue el herbicida que generó más casos de resistencia, con un 92%. Estas resistencias se observaron, sobre todo, en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba”, describió Oreja.
El investigador, actualmente en la Universidad de Oregón, amplió que en Buenos Aires predominan las malezas de invierno resistentes relacionadas al cultivo de trigo.
Por su parte, en Córdoba y Santa Fe, las principales son los yuyos colorados y otras especies de verano más asociadas a la producción de soja y de maíz.
Que las principales provincias agrícolas sea donde se registran los mayores casos, es un síntoma directo de que aquellos lugares donde la producción es más intensiva, es lógicamente los que más presión de resistencia tienen.
“Los herbicidas actúan como factor de selección. Esto significa que, en los lotes, año a año se multiplican aquellas plantas que sobreviven a las aplicaciones”, recordó Oreja
Según el investigador, para combatir este proceso, se debería remover el herbicida que selecciona a las plantas que poseen la capacidad de sobrevivir. Como esto no es sencillo, la propuesta es adoptar un manejo integrado de malezas en el cual la aplicación del herbicida sea una medida más dentro de la ‘caja de herramientas’.
Y añadió: “El manejo integrado de malezas incluye realizar prácticas para mejorar la ventaja competitiva de los cultivos; por ejemplo, modificar la distancia entre surcos, la densidad o las fechas de siembra, o adoptar cultivos de cobertura para prevenir que las plantas resistentes produzcan semillas. Y por supuesto, rotar cultivos y realizar controles mecánicos cuando sea posible”.
Un estudio registró la mayor cantidad con el uso de #glifosato y en #soja
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“En cuanto al herbicida, si se decide mantenerlo, conviene aplicarlo alternado entre años o usar otro que actúe de forma distinta sobre las malezas. Además, hay que usar las dosis comerciales en los momentos adecuados”, completó.
También subrayó que el manejo integrado es proactivo y se debe tomar antes de que aparezca el problema en el lote.
“Implementarlo requiere tiempo y estudio. Entendemos que puede ser complejo para los asesores o los productores porque deben atender varios frentes en su día a día”, cerró el investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.